http://www.macba.cat/uploads/20110706/nota_premsa/NataschaSadr_cas.pdf
Nada parece ocupar los espacios de la Capella MACBA. Solo dos bancos que invitan al
descanso. Un punto y aparte en mitad del trajín de la calle Dels Àngels. El transeúnte
franquea la puerta y, entonces sí, percibe un sonido que, pese a ser familiar, es incapaz
de identificar. La superposición de ruidos distorsionados confluye en el centro de la
nave en forma de un único sonido que resuena a diario en cualquiera de nuestras
calles. No es hasta llegar al final de la sala cuando el transeúnte logra descifrar el
ruido: es el sonido peculiar que emite cualquier botella de agua mineral de plástico al
ser aplastada, en este caso por una maleta provista de ruedas. En el espacio contiguo,
el visitante encontrará una fuente acompañada de un fragmento de
Catalonia
David Seymour tomada ese mismo año en la que aparece un hombre llenando un botijo
de agua en mitad de una ciudad en ruinas. Orwell y Seymour fueron brigadistas
durante la Guerra Civil Española, periodo en que el agua fue convertida en símbolo de
libertad, como demuestra el hecho de que los anarquistas colectivizaran la Sociedad
General de Aguas de Barcelona y extendieran el entramado de tuberías hasta los
vecindarios más pobres. Precisamente, el turismo de masas y la privatización del agua
son los ejes de la instalación inédita que la artista Natascha Sadr Haghighian presenta
en el marco de la Capella MACBA. La instalación ha sido coproducida por el Museu
d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) y la Fundación Han Nefkens.
Natascha Sadr Haghighian está «de paso» por Barcelona y ha querido dejar su huella en la
Capella MACBA a través de
condensa su método de trabajo: alterar y desestabilizar las reglas, cuestionar el principio de
autoridad y hacer de la duda un detonante para la reflexión y el debate. El «estilo Sadr» es
precisamente su contrario, no tener estilo, algo que se refleja en su misma biografía, que la
artista ha alterado hasta adoptar una nueva identidad y que sustituye con una invitación:
entrar en www.bioswop.net, plataforma donde es posible compartir, intercambiar y compilar
currículums vítae con distintos propósitos.
Su obra ha podido verse en ciudades como Nueva York, Berlín, México, Atenas y Sidney,
entre otras, donde ha mostrado proyectos aparentemente muy dispares entre sí. Uno de ellos
es el libro de artista que ha publicado este año en colaboración con Ashkan Sepahvand para
el Instituto de Traducción Incongruente, en el que analizaba a partir de un libro de texto
escolar cómo se enseña a «ver» arte en los colegios de Irán. Si ya en proyectos anteriores
había reflexionado acerca de la construcción científica de la realidad, las divisas del sistema
financiero mundial y la frustración artística en el contexto de las ferias comerciales, por citar
algunos temas, ahora, en el contexto de la Capella MACBA, nos sirve dos temas complejos y
de actualidad: el turismo de masas y el agua como bien de consumo.
Las cifras hablan por sí solas. Según la Organización Mundial de Turismo, este sector ha
pasado de 25 millones de desplazamientos en 1950 a 806 millones en 2005, una cifra al alza
de forma exponencial con la implantación de las compañías de bajo coste. Ciudades como
Barcelona y Berlín viven a diario la peregrinación en masa de turistas desde el aeropuerto
hasta el centro provistos de
facturar y que se han convertido en icono de las ciudades turísticas, junto con las botellas de
agua mineral de plástico. Según la International Bottled Water Association, en 1998 se
consumieron en España 80 litros de agua envasada por persona, cifra que en 2011 se situará
por encima de los 120 litros. De ellos, no se reciclará más del 20 % de los envases
desechados. En un mercado global, la industrialización y comercialización del agua conllevan
la privatización de los manantiales naturales.
Para Natascha Sadr, esta peculiar forma de acercarse a la realidad, de confrontar los efectos
de la industria más potente del mundo con las realidades locales de los destinos turísticos a
través del arte, es fundamental en el momento de abordar sus obras. Se trata de un modo de
pensamiento cuya lógica está basada más en plantear debates e interrogaciones que en
resolverlos, y que implica la capacidad de imaginar más de una so
lución ante un problema.
La forma bajo la que emergen las imágenes que nos rodean y cómo dotar de significado a la
propia práctica artística se encuentran en la base del pensamiento creativo de la artista.
Homage to, escrito en 1938 por George Orwell, y una fotografía en blanco y negro de