Fotografía Sol Moracho y Pintura Natha Piña. MÁS INFORMACIÓN AQUÍ
La unión de las dos artistas brota y forma una línea expresiva inquebrantable; emana de dos extremos, dos técnicas que llegan a diluirse en lo conceptual y en la representación de la experiencia más íntima.
¿Qué lleva a una simbiosis inesperada? Es lo emocional; la fuerza de las emociones que supera la diversidad de la materia y fluye más allá de un choque de vivencias.
Y es que el tiempo es moldeable, siempre por vivirse y (des)hacerse en la obra, pero sólo se captura en el instante sorprendente del encuentro. Si el arte rompe las barreras del tiempo es porque recrea una reflexión imposible sobre la individualidad creadora. Al fin todo se descubre fuera de esa individualidad y la imagen que queda es la huella de una búsqueda que llega, libre, a su fin y a su comienzo en el encuentro.